viernes, 25 de abril de 2014

Interludio entre nacimiento y muerte


Desde el momento que tengo memoria me he dado cuenta de que siempre he estado esperando. Empecé con esperas cortas e impacientes en mi niñez. Ahora me he vuelto mucho más sosegado, o quizás resignado.

Cada cosa a su tiempo, dicen. Sin embargo, hay anhelos que no tienen un plazo definido y la espera se reduce a una inocente e ingenua esperanza.

Vivir esperando es lo natural. Un perro espera el regreso de su amo a casa cuando se queda solo, un niño espera la llegada del fin de semana para poder acostarse más tarde, un empresario espera que su proyecto dé frutos y yo mismo espero que aparezcas tú.

Sí, entre esas esperanzas de luz tan tenue, percibo tu presencia a lo lejos. Sé que nos vimos una vez en Vinorús y me buscas y esperas igual que yo te busco y espero a ti. El otro día pensé en ti, esperando en el subsuelo de París. Deseé que, al igual que un panel te indica la llegada del siguiente metro, hubiese algo que revelara cuándo llegarás, qué línea de metro coger para llegar hasta ti.

Soy exigente, y en el momento que consiga algo que he esperado con ansia, habrá algo más, otro reto, otro plazo, una nueva inquietud. La vida se reduce a eso.


Por último, llegará el momento en que sólo espere enfrentarme a ella, iniciar esa danza oscura al son de un trío de violas hasta que sea arropado entre sus mantos de azabache. Escucharé entonces el réquiem que le dé fin a todo. Los múltiples senderos de los que se compone la vida se reducen finalmente a uno solo. Una línea de metro vacía, un túnel de reflexión en el que ninguna espera tendrá ya razón de ser.

Lo que más me deprime y a lo que temo enormemente es pensar que tras ese baile, tras recorrer todo el túnel, no haya nada. Nada más. ¿Realmente todo se reduce a compuestos químicos y nada más? ¿Tan simple? ¿Qué sentido tiene la vida entonces?

Waiting in a daydream

lunes, 14 de abril de 2014

Power

Cada uno de nosotros podría componer una canción que defina su vida. Hay melodías que, en el momento en que nuestros oídos la perciben, el resto de órganos y sentidos cambian. Melodías que modifican nuestro estado de ánimo, que despiertan algo refugiado entre nuestras neuronas. Y existe también una canción que nos da el poder absoluto. Esa canción está en pedazos dentro de nuestra alma.

Un día, recordamos un acorde, y entonces, nos hinchamos de esplendor. Otro, conseguimos la rima apropiada, sintiéndonos a gusto con nosotros mismos y nuestro entorno. Y en el momento en que el ritmo se adueña de nosotros ya no hay nada que nos pare, avanzando imbatibles por el sendero de nuestras vidas y nuestros sueños.

Conseguir que ambos senderos estén armonizados y definidos es demasiado idealista, pero los únicos que tenemos el poder de mantener ese enlace somos nosotros. Nosotros tenemos el poder.

El éxito depende de ti. Tú eres el protagonista y por tanto eres tú quien posee la espada que derrotará al dragón. Aunque haya metas que al principio sean imposibles de alcanzar siempre hay que avanzar, buscando otras rutas, un trampolín que nos impulse. Y llegará el momento en que te encuentres perdido en una maraña de árboles enormes que no dejen pasar el sol, cuyas ramas y raíces se entremezclen y te hagan sudar si quieres atravesarlas. Aunque el camino no sea recto, avanza, incluso si tienes que ser un contorsionista y moverte como una serpiente para abrirte paso entre los hostiles brazos de ese oscuro bosque. Sé astuto, sáltate alguna norma si hace falta, pero no te rindas en el camino hacia tu felicidad. Tu vida es tuya y tú mandas y pones las verdaderas reglas.

La vida es un auténtico laberinto, pasamos la mayor parte del tiempo perdidos en él, pero eso no tiene que desanimarnos, si buscamos, siempre encontraremos un oasis donde refrescarnos, o un camino recto donde veamos la luz temporalmente. La vida es un mundo lleno de caminos, de entradas y salidas, donde además se juntan las vidas de otros, conviertiéndose en un conjunto infinito y extremadamente complejo.

Tenemos mucho más poder del que podríamos pensar. Los logros de nuestras vidas son nuestros, nos los hemos ganado porque hemos sabido luchar para obtenerlos. La buena y la mala fortuna a veces influyen, pero no son más que meros elementos del escenario.

Hay quien dice que nuestro destino está ya predefinido, que lo que nos ocurre es porque así debía ser. En parte es cierto. Esa es la base de la canción que antes describía. Nacemos con batiburrillo de notas musicales que son como células en nuestro ser, pero desde el momento en que empezamos a vivir y crecemos, nos convertimos en los compositores de esa canción que nos dará el poder. Y siempre que lo necesites, es tan fácil como empezar a tararearla, hasta que, sin casi darnos cuenta, empezamos a cantar, nuestros pulmones se llenen de fuerza, y con firmes y sincronizados pasos, bailamos en el escenario, nuestro escenario.



Let your soul catch the feeling
-
Let your heart take a beating



miércoles, 2 de abril de 2014

Escaleras

¿Qué será lo que determina que a ti te guste el helado de fresa y yo prefiera el de pistacho? Cada uno de nosotros es diferente, existen tantas opciones y variedades que quizás por eso, al final, acabemos buscando aquello con lo que somos afines al resto.


Existen tres factores que están muy relacionados entre sí: la confianza en uno mismo, la autoestima y la integridad. Por desgracia, no son compensables, si uno falla, el resto se vienen abajo. No es como el dinero, la salud y el amor. Ese triángulo al menos deja la esperanza de que si sólo aparecen amores no correspondidos y gastos que te dejen en los huesos, una salud de hierro te ayudará a sobrellevar los disgustos de la vida. Pero en el momento en que no te quieras lo suficiente o no te valores como debes, todos tus ideales perderán su sentido. Y ahí es dónde aparece una sombra que seguro que todos hemos percibido alguna vez. Una fuerza maligna que borra nuestra esencia.

Los prejuicios los genera la sociedad y luego nos atormentan de manera individual. Generalmente, con los años, uno gana confianza en sí mismo, gana a la vez integridad y le afectan menos esos prejuicios. Entonces es cuando, por fin, puedes hacer las horteradas que tanto te avergonzaban, podrás amar a quien quieras, sea chico o chica, guapo o feo, rico o pobre. Y la autoestima subirá como si fuera una hormona en tu cuerpo cuando llega el calor, sintiéndote capaz de todo. Se adquiere un brillo especial que la gente realmente percibe, y se entra en un ciclo de mejora continua, triunfas allá donde vayas o haciendo lo que sea que hagas. Te miras en el espejo y te ves guapo, la ropa que te pongas te sienta genial, el tiempo corre a tu ritmo y te entran ganas de salir a la calle aunque sea solo a pasear, para que vean lo grande que eres.

¿Para que vean? Sí, porque al fin y al cabo, todo forma parte de nuestra función vital de relación. Todo lo que hagamos o cómo nos sintamos va a estar influenciado por algo externo a nosotros, chocando de frente con la virtud de la integridad. Por esta razón, nunca podremos estar siempre en lo alto y, pasaremos de ese mundo celeste a un mundo de estragos.

Creo que lo importante es no engañarse a sí mismo, tener presente que en nosotros hay un ángel y un demonio, y ninguno de los dos duerme nunca. La persona que más daño nos puede hacer somos nosotros mismos, ya que, consciente o inconscientemente, tenemos el control total de nuestro ser. Nuestro entorno estará eternamente en contacto con nuestro cuerpo y alma, pero de nosotros depende cómo nos afectará.

Y nadie es perfecto, nadie conseguirá jamás sumir en un vasto letargo a sus demonios. La única opción es hacer frente a ellos, convivir con tus defectos e intentar mejorar siempre. Mejorar sin límites. Lo mejor de no poder llegar nunca a ser perfectos, es que siempre nos podremos superar, siempre habrá una nueva sensación de bienestar que descubrir y en el momento en que caigamos, contar con que no solo hay un camino hacia esa cima platónica.

Elige tú mismo la escalera al paraíso.


 



domingo, 23 de marzo de 2014

Efímero

Mientras que según dicen el universo sigue creciendo, creo que nosotros, los seres humanos, estamos ya en un punto de involución, hemos pasado ya esa etapa de expansión, en la que se descubrían nuevos mundos, y cada civilización era un ecosistema aislado y único. Ahora en cambio eso se está perdiendo. Es muy común haber probado en tu propia ciudad comida cuyas recetas se inventaron a miles de kilómetros, con ingredientes autóctonos que ya no lo son. Un adolescente de Cracovia seguramente vestirá casi con el mismo estilo que otro de Los Angeles. La música que yo escucho, la escuchan también millones de personas en todo el mundo. Y cuando hay un concierto de los Kaiser Chiefs en Londres, seguro que acudirán montones de fans de aquí y de allá.

Estamos en un proceso de unificación constante, nos engañan con falsas variedades de servicios y competencia y por eso creo que el Big Bang de la humanidad se ha acabado, y volveremos al punto de origen. Un origen que también significa un final.

Algunos visionarios dirán que sí quedan mundos que descubrir, que el universo es muy grande y aún puede haber una nueva era de super expansión en otro planeta. Yo creo que no, he asumido que todo lo que hacemos y sentimos es temporal, al igual que lo que vivimos. Todo acaba siendo algo que se desvanece ante nuestros ojos, como arena que se cuela entre los dedos de tus manos, y por mucho que las mantengas bien pegadas, en algún momento olvidarás que allí tenías lo que era importantísimo para ti y, de repente, por alguna rendija, acabará yéndose. Porque no podemos aferrarnos eternamente a algo. Y en la era en la que vivimos, esta sensación se ha multiplicado, todo cambia muy rápido, nuestras necesidades, nuestros valores, nuestras preferencias…. Se acabó la religión que valora por encima de todo aquello que es eterno. Ahora ya todo tiene una entropía acelerada y todo es efímero. Siempre lo ha sido, nuestra vida comparada con la trayectoria de la raza humana o, más aún, con vida de la Tierra, es insignificante.

Un ejemplo de algo efímero que me parece maravilloso es el momento en que alguien encuentra una solución a su problema. Es un momento puntual en la línea del tiempo en el que hay una inflexión brutal entre el sufrimiento y la euforia. Pensad en alguna vez que os haya pasado.

¿Qué es más duradero: una decepción o una alegría? Pensaré en ello y pronto expondré mis conclusiones.


domingo, 19 de enero de 2014

Jacques III

Abandonar el nido no es fácil para todos. Y mucho menos, tener que marcharse lejos, dejando atrás a los tuyos. La situación actual obliga a muchos a tener que hacerlo, dejar el pasado ignorando el sufrimiento que ello pueda causar. No siempre está el "espíritu aventurero" presente. Sin embargo, hay ocasiones en que el pasado que agarra nuestra manga para no dejarnos ir es venenoso y esto me recuerda a otro relato que mi amigo Jacques dejó escrito a su alma gemela.


Hoy hace un día muy hermoso. El cementerio está realmente bello, tan solitario como siempre. Me encuentro escribiéndote, junto a ti, mientras observo que a mi alrededor sólo está mi Vélo Stan y unos ramos de lilas y jazmines que han debido de traer tus padres.

Cimetière du Sud (Nancy)

Mi madre me ha propuesto marcharme (sin amenazarme y de buenas), dice que pruebe a empezar de nuevo en otro sitio si aquí me van tan mal las cosas. Pero yo no quiero, me da miedo alejarme de Nancy, si la vida es una mierda aquí, ¿por qué iba a ser mejor fuera? ¿Cuáles son mis cualidades?

Hay algo que mi madre no sabe; qué va a saber ella si no presta atención a nada. Llevo casi dos meses sin ir a la facultad, ahora son los últimos exámenes y ni siquiera me he presentado. ¿Te acuerdas de Soucis92? Ha reaparecido. Me envió un e-mail larguísimo en el que me explicaba todo lo que había hecho los últimos años, me dijo que estaría en Nancy unos días. Resulta que está en un grupo de música y no le va mal del todo. Ha sido hasta telonero de Travis en un concierto en Lyon. Desde que dejó Nancy no ha dejado de trotar por el mundo, llegando a vivir durante largas temporadas en Québec o en San Francisco. Me hizo recordar aquellas tardes que pasábamos él, tú y yo en su habitación, escuchando el nuevo disco de este grupo escocés una y otra vez mientras fumábamos, nos reíamos y te metías con nosotros de lo gays que éramos y nos obligabas a darte picos para que no murieras de envidia. Esa nostalgia me animó a quedar con él y a dejar de lado enfados y rencores.

Quedamos en la plaza que hay cerca del parque de Sainte-Marie y cuando llegué, él ya estaba allí. Estaba guapo, se había dejado el pelo corto y ahora tenía un tatuaje en el cuello. Vestía con un chaleco vaquero y tenía muchas pulseras en ambas muñecas, probablemente recolectadas en cada uno de los sitios que pisaba en el mundo exterior, se había dejado patillas y algo de barba. Llevaba consigo un violín, ¿recuerdas que le animamos siempre a seguir con el violín? Desde el momento en que nuestras miradas coincidieron, el reloj que controlaba el mundo real se detuvo. Anduve lentamente y le abracé, y él me besó en la mejilla derecha. Sentados en un banco hablamos sólo de las cosas que nos concernían únicamente a nosotros. También le dije que ya no estabas y creo que realmente lo lamentó. Recordamos cómo nos conocimos en aquel chat, cuando yo tenía 13 años y él 15. Enseguida me propuso que le pusiera la web cam, y eso me puso muy nervioso. Poco a poco, la curiosidad y nuestros caracteres hormonados por la edad nos impulsaron a desnudarnos, a excitarnos el uno al otro frente a la pantalla de ordenador. Más adelante nos conocimos en persona y ya sabes cómo continuó todo. Y cómo sufrí. Pero ese fue el tema tabú, aquella tarde éramos Jacques y Marcis, talentosos directores de cine, creadores de fábulas perversas, rebeldes sin causa. Era mejor hablar de cómo Nancy ya no tenía encanto y que el futuro estaba fuera, me animó a salir de aquel agujero y yo sonreía con despreocupación. Aquella sería una desenfrenada y loca noche londinense en toda regla, nuestro sueño de vuelta, listo para ser cumplido.

Casualmente vimos a lo lejos a Jean, y ambos nos sonreímos maliciosamente. Marcel negoció con él y enseguida volvió a mí con un saquito en las manos. Entonces, me cogió de la mano con ternura y acabamos en un apartamento que pertenecía a su tío. Estaba alojado allí esos días ya que todavía no se hablaba con sus padres. El piso estaba muy sucio y parecía un almacén, vacío de la esencia de un hogar y repleto de trastos sin alma. Me guió hasta una cama. No estábamos en su mítica habitación, pero cuando encendió el porro sentí que resurgió aquella época, que todo volvía a ser igual. Nos besamos, compartimos aquel humo embriagador,  aunque hubiera habido música en aquella habitación no la habríamos oído, porque nuestros sentidos ordinarios se desactivaron y fueron sustituidos por algo más místico. Cuando acabamos de fumar ya teníamos los torsos desnudos y buscábamos más. Conocíamos perfectamente nuestros cuerpos, y en aquel recóndito de fantasía nada había cambiado, hizo cada movimiento que esperaba de él, no pude resistirme a ser yo quien empezara, quien le desabrochara la cremallera del pantalón y me metiera su miembro caliente y muy erecto entre mis labios. Me dijo que recordaba perfectamente el perfume de mi pelo y empezó a penetrarme a la vez que mordisqueaba mi cuello, adquiriendo el ambiente más y más temperatura, me agarré a él con fuerza y le pedía cada vez más, nadie mejor que él sabía cómo complacerme.

Al acabar, nos quedamos acostados el uno sobre el otro durante un rato, respirando al unísono. Después preparó otro porro, pero ese ya no supo igual, porque mientras lo preparaba, miró su móvil, y respondió a algún whatsapp que le habían enviado. Mis celos volvieron, y aquella utopía flotante se desplomó. Empecé a oír estruendosamente el tic-tac de ese reloj universal que se había reactivado, y de pronto se apareció ante mí aquel señor con quien le vi en un coche. Nunca quise decírtelo, pero Marcel y yo no cortamos por unos simples cuernos. Para cumplir sus sueños, necesitaba dinero y sabemos en qué mundo se movía nuestro Marcis… pero nunca pensé que llegaría a aquel extremo. Un puto viejo le estaba metiendo la lengua en un coche. Cuando le descubrí, me confesó que no había sido el único y que estaba acostándose con otros para ganar dinero. Si no hacía algo, nunca se activaría su carrera musical. Esa fue su excusa.

Me levanté de la cama y me vestí. De repente empecé a sentir angustia y dejé a Marcel ahí sentado en la cama con los pies descalzos sobre un suelo pegajoso, con su móvil en una mano y el porro en la otra. En parte, el efecto de la maría le impidió reaccionar más deprisa para evitar que me fuera, pero por otro lado, en el fondo de sí, sufría de una resignación y una culpabilidad que no podía vencer, y sabía que yo acabaría por marcharme de allí.

De camino a casa, no pude reprimir las ganas de llorar y me senté en un banco. Miré mi móvil, al que le quedaba un 2% de batería. Tenía un mensaje de Seb enviado unas 3 horas antes. Seb sigue hablándome de vez en cuando y mi actitud hacia él no ha cambiado desde que íbamos a primaria y tú ya me decías que ese chico era gay y que yo le gustaba. ¿Te acuerdas de él, verdad? Como vi que su última conexión había sido 10 minutos antes le contesté. Él me hacía recordar que hasta un ser miserable como yo, tenía algo que aportar al mundo, y aunque generalmente no le hacía mucho caso, esa noche, habría agradecido mucho poder leer sus palabras llenas de mensajes bonitos. Entonces, tras un breve intercambio de saludos y tiernos emoticonos, mientras veía la frase “Seb está escribiendo…” la pantalla del teléfono se apagó.


jueves, 26 de diciembre de 2013

Vértigo

'Aquel que quiere permanentemente "llegar más alto" tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo. ¿Qué es el vértigo?
El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.'

Milan Kundera - La insoportable levedad del ser


  Y las veces que he caído me han hecho fuerte, unas veces tras haberse curado graves heridas, otras acababan en un suelo de claveles y edredones mullidos, pero siempre han supuesto un derroche de adrenalina que me confirmaba que estaba vivo.
  Ahora el problema es que cuanto más fuerte creo que soy, menos atrayente es el poder del vértigo y, en consecuencia, mi corazón pierde color y luz, mis ojos pierden expresión, y la vida se queda sin razón de ser...
  No quiero perder ese sentimiento, esa paradoja que sólo uno puede percibir en sus propias carnes, imposible de compartir.




Midnight’s calling
Are you close behind?

Trees without leaves and notes that don’t ring
Wine left to rot and a voice that can’t sing
And hours of making love in silence
And a light that just won’t shine in the darkness

Could I be any clearer?
Could I speak any plainer?- I need you here
Just to lean my way
And fall, fall, fall

Fall, fall, fall - Razorlight

lunes, 16 de diciembre de 2013

¡...y van 24!

Voy a hacer un alarde de egoísmo del más alto standing felicitándome a mí mismo.


Siento que el último año ha sido una especie de prórroga antes de llegar al final de una etapa. Y ahora veo el fuego surgir de una pequeña chispa, y sé (y quiero) que lo consuma todo. Quizá no todo, porque creo que tengo la capacidad de salvar lo que verdaderamente importa.

Me dijeron que mi elemento es el fuego, pero nunca me he sentido realmente así. Sí familiarizado con él, pero no he sabido sacar todo su potencial. Y eso es lo que me propongo para mis 24 años. Dominarlo. He aprendido muchas cosas, he empezado a pasar a la práctica y ha mejorado la confianza en mí mismo. Pero  llegar a dominar ese fuego no es mi única meta. No consigo ser la persona que anhelo ser, la llama cálida que debería mostrar, y creo que sigue sin ser del todo reconfortante para los demás. Por eso quiero ser más fuego, más puro. Abrirme de verdad.

Este año he conocido a un par de personas a las que quiero y admiro mucho. Y creo que el proceso que me ha llevado a conocerlos (pero conocerlos de verdad) por fin ha sido, en cierto modo, natural. Sin falsas ilusiones o expectativas, de una forma adulta. Y ahora sé seguro que durarán eternamente, puedo aportarles mucho, y adquirir todo lo positivo que me necesito. Pero además, creo que otras relaciones han encontrado su equilibrio, mejorando o consumiéndose por ese mágico fuego purificador que me protege de manera innata.

Y sí, estoy completamente preparado para empezar la nueva etapa que me espera. Enigmática, como a mí me gusta. Una etapa que cuyo fin es ahora inimaginable, lejos de todo. Una etapa que comenzará cuando las llamas atraviesen por fin todo el terreno.

Veo fuego a mis espaldas, pero camino tranquilo, confiando en que no me va a quemar.

I see fire, oh you know I saw a city burning (fire)
I see fire, feel the heat upon my skin (fire)
And I see fire (fire)
And I see fire burn auburn on the mountain side